Los sábados de mi infancia los pasaba al lado de mi padre, era el día en que él visitaba a sus proveedores y pagaba a los operarios. Después de desayunar salíamos a eso de las 10 a.m. con rumbo a Iztapalapa, para ir a la planta en donde se construían los tanques de almacenaje, Tanques Garza, ahí revisaba los avances del pedido o la etapa de construcción, supervisaba y partíamos a la colonia Moctezuma a ver al cobrero, Joel Ramírez, el hacia los alambiques y siempre le causaba dolores de cabeza a mi papá por retrasos o solicitudes extemporáneas de dinero, aun recuerdo como olía el taller y la casa de Joel.
El siguiente punto en la ruta era la zona industrial de Vallejo, a las bodegas del señor Ibarra, un español afectuosísimo y chaparrito que del cajón del escritorio saca un salami y lo rebanaba en delgada obleas, abría latas de sardinas de su propia marca y sobre el escritorio, con un periódico por mantel, se ponía la mesa. Todo se acompañaba con pan, ellos bebían una cerveza o vino, a mi me tocaba un refresquito…eso era el almuerzo, regresábamos a comer a la casa de Coyoacán en familia a eso de las tres de la tarde..
El siguiente punto en la ruta era la zona industrial de Vallejo, a las bodegas del señor Ibarra, un español afectuosísimo y chaparrito que del cajón del escritorio saca un salami y lo rebanaba en delgada obleas, abría latas de sardinas de su propia marca y sobre el escritorio, con un periódico por mantel, se ponía la mesa. Todo se acompañaba con pan, ellos bebían una cerveza o vino, a mi me tocaba un refresquito…eso era el almuerzo, regresábamos a comer a la casa de Coyoacán en familia a eso de las tres de la tarde..
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